GLENN HUGUES - CHAD SMITH
(Entre el bien y el mal)
1 de Octubre de 2005. Sala Arena
Cuando termina un conciertazo como el que pudimos vivir el sábado 24 de sept. en Madrid, uno no sabe bien si reir ó llorar. Dicho de otro modo... qué bueno... pero vaya mierda. Lo mejor es que empiece por el principio para que nos entendamos.
Sin telonero que valga, a las nueve en punto, tal y como estaba anunciado, Mr. Hugues y su banda se plantaban sobre el escenario de esta penosa sala de conciertos de la capital, dispuestos a dar lo mejor de sí mismos en unas condiciones que dejaban mucho que desear. Para empezar, todo el mundo que conozca el sitio sabe que, si bien la sala tiene un aforo de 700 u 800 personas aprox., de la barra que hay frente al escenario hacia atrás, no se ve nada. Para ver a Glenn Hugues debía haber más de 500 personas por lo que al menos un centenar de ellas no vieron a Mr. Hugues a pesar de pagar su entrada como el que más. Una forma más de robar al personal que, civilizadamente sumiso, acepta las condiciones adversas en las que tendrá que disfrutar (¿sufrir?) el evento. En Madrid hay más salas que Arena, donde los que estábamos allí hubiéramos disfrutado del show dignamente, como mínimo. No quisiera pensar que el hecho de que Arena sea la que pide menos por el alquiler tenga algo que ver. Señores promotores, por favor, cuando organicen algo en Arena recuerden cual es el aforo de público que SÍ pueda disfrutar del espectáculo, que no es el mismo que la misma sala cuando abre como discoteca.
Dicho esto, debo decir que era la primera vez que veía a Mr. Hugues en directo. Esperaba ver un buen concierto de un excelente cantante y bajista... un buen batera, Chad Smith, cuya contundente fama le precedía… quizás bastantes canciones de Deep Purple y algún tema de los que hizo con J. L. Turner, amén de un par de cosillas del “Soul Mover”, su flamante nuevo disco. Y así fue la cosa al principio, pues a las nueve y tres minutos de la noche comenzaba a sonar “Soul Mover”. Ante un público absolutamente entregado, nos pudimos percatar inmediatamente de la calidad que tenía el show. El sonido era impecable. Yo me encontraba en un lateral, peleándome con una maldita columna, y a la que finalmente vencí, y os puedo asegurar que se oía como si hubieras puesto un cd en algún reproductor digital. Tras un par de canciones comenzamos a ver un Glenn Hugues entusiasmado, dando el ciento veinte por cien de sí mismo, y contagiando al resto de la banda de su energía. Chad Smith sonaba cañón (nunca mejor dicho), J. J. Marsh mostraba elegancia y sabiduría en sus solos, por encima de lo que mostró en el disco, que no estaba nada mal. El teclista, Ed Roth (ex Impelliteri) que también participó en la grabación de “S.M.” pasó más desapercibido, creando excelentes atmósferas, aunque sin a penas momentos para el lucimiento. Tras un increíble solo de guitarra, a los quince minutos de concierto, llegó la única canción que escucharíamos de Deep Purple, “Mistreated”, del mítico “Burn”. El “sin igual” derroche vocal de Hugues amenazaba con reventarle las venas del cuello pero él no reparaba en esfuerzo sobrehumano para llegar a cada recóndita nota de semejante temazo. El impresionante trabajo guitarrero de Marsh dejó boquiabierto a un público que se pellizcaba para asegurarse que estaba presenciando un acontecimiento real, los que no veían supongo que también. Casi sin aliento, Glenn Hugues se retira del escenario dejando que el trio Chad Smith, Marsh y Roth, que interpretan una instrumental que resulta una exhibición de virtuosos, incluido el recluido en la oscuridad del rincón izquierdo del escenario, Mr. Roth. Por cierto, la iluminación, a cargo de la sala, absolutamente penosa, con luces solo de atrás a delante, que permitían ver más mal que bien.
Tras la instrumental reaparece Hugues, y, no contento con lo hecho hasta ese momento, se marca un solo de voz, un tema a capela, impresionante. Acompañado solo por una ambientación de teclados, Mr. “Dios” Glenn Hugues demostró un estado vocal que nunca le he visto a nadie. De los agudos más agudos a los graves más bajos, sin cortar la voz, sin respirar, adornándose con arreglos intermedios surgidos de su propia garganta... nos hechizó a todos. Se me eriza la piel al recordar esos grandiosos momentos. En ocasiones alejándose hasta medio metro del micro, mitad por el esfuerzo, mitad para no saturar el sonido con el poder de sus cuerdas de acero vocales. Si hubiera sido piba, fijo que hubiera llorado. Pero no, ahí estabamos seiscientas almas con el corazón encojido sin poder creernos lo que oíamos, yo abrazado a mi columna. Estos cinco minutos ya valían el precio de la entrada. Aún tengo grabada en la mente (y ya hace dos semanas del evento) la imagen del cuello de Hugues marcando venas mientras su cara tomaba un color claramente preocupante. Llevábamos a penas una hora de concierto y parecía imposible que nada pudiera superar ese momento. Alguna balada para relajar músculos y nervios, algúnos temas de su pasado más remoto en Trapeze, durante los cuales Chad rompió una baqueta hiriéndose levemente en el pómulo izquierdo (esto no interrumpió su actuación… ¡gran profesional!) y ataca con “Don`t Let Me Bleed”, tema que cierra su último disco. La canta, ¡y cómo la canta!, pero, al terminar... malo... Hugues pide agua... Hugues agacha la cabeza... bebe más agua... se acerca al micro y pide dos minutos de descanso. ¡Por supuesto, faltaba más!... pero no fueron dos, fueron diez... el resto de la banda nos deleito con impresionantes versiones de Led Zeppelin, incluida “Rock and Roll” de perfecta ejecución y que el público cantó entera. Pasados esos diez minutos, alguien de la organización dice que otros diez minutos de descanso... ¡Vaaaaaale! No pasa nada... pasan los diez minutos y de nuevo un responsable, junto al resto de la banda, nos comunica que Hugues venía encontrándose mal varios días y que el concierto ha terminado...
Sin telonero que valga, a las nueve en punto, tal y como estaba anunciado, Mr. Hugues y su banda se plantaban sobre el escenario de esta penosa sala de conciertos de la capital, dispuestos a dar lo mejor de sí mismos en unas condiciones que dejaban mucho que desear. Para empezar, todo el mundo que conozca el sitio sabe que, si bien la sala tiene un aforo de 700 u 800 personas aprox., de la barra que hay frente al escenario hacia atrás, no se ve nada. Para ver a Glenn Hugues debía haber más de 500 personas por lo que al menos un centenar de ellas no vieron a Mr. Hugues a pesar de pagar su entrada como el que más. Una forma más de robar al personal que, civilizadamente sumiso, acepta las condiciones adversas en las que tendrá que disfrutar (¿sufrir?) el evento. En Madrid hay más salas que Arena, donde los que estábamos allí hubiéramos disfrutado del show dignamente, como mínimo. No quisiera pensar que el hecho de que Arena sea la que pide menos por el alquiler tenga algo que ver. Señores promotores, por favor, cuando organicen algo en Arena recuerden cual es el aforo de público que SÍ pueda disfrutar del espectáculo, que no es el mismo que la misma sala cuando abre como discoteca.
Dicho esto, debo decir que era la primera vez que veía a Mr. Hugues en directo. Esperaba ver un buen concierto de un excelente cantante y bajista... un buen batera, Chad Smith, cuya contundente fama le precedía… quizás bastantes canciones de Deep Purple y algún tema de los que hizo con J. L. Turner, amén de un par de cosillas del “Soul Mover”, su flamante nuevo disco. Y así fue la cosa al principio, pues a las nueve y tres minutos de la noche comenzaba a sonar “Soul Mover”. Ante un público absolutamente entregado, nos pudimos percatar inmediatamente de la calidad que tenía el show. El sonido era impecable. Yo me encontraba en un lateral, peleándome con una maldita columna, y a la que finalmente vencí, y os puedo asegurar que se oía como si hubieras puesto un cd en algún reproductor digital. Tras un par de canciones comenzamos a ver un Glenn Hugues entusiasmado, dando el ciento veinte por cien de sí mismo, y contagiando al resto de la banda de su energía. Chad Smith sonaba cañón (nunca mejor dicho), J. J. Marsh mostraba elegancia y sabiduría en sus solos, por encima de lo que mostró en el disco, que no estaba nada mal. El teclista, Ed Roth (ex Impelliteri) que también participó en la grabación de “S.M.” pasó más desapercibido, creando excelentes atmósferas, aunque sin a penas momentos para el lucimiento. Tras un increíble solo de guitarra, a los quince minutos de concierto, llegó la única canción que escucharíamos de Deep Purple, “Mistreated”, del mítico “Burn”. El “sin igual” derroche vocal de Hugues amenazaba con reventarle las venas del cuello pero él no reparaba en esfuerzo sobrehumano para llegar a cada recóndita nota de semejante temazo. El impresionante trabajo guitarrero de Marsh dejó boquiabierto a un público que se pellizcaba para asegurarse que estaba presenciando un acontecimiento real, los que no veían supongo que también. Casi sin aliento, Glenn Hugues se retira del escenario dejando que el trio Chad Smith, Marsh y Roth, que interpretan una instrumental que resulta una exhibición de virtuosos, incluido el recluido en la oscuridad del rincón izquierdo del escenario, Mr. Roth. Por cierto, la iluminación, a cargo de la sala, absolutamente penosa, con luces solo de atrás a delante, que permitían ver más mal que bien.
Tras la instrumental reaparece Hugues, y, no contento con lo hecho hasta ese momento, se marca un solo de voz, un tema a capela, impresionante. Acompañado solo por una ambientación de teclados, Mr. “Dios” Glenn Hugues demostró un estado vocal que nunca le he visto a nadie. De los agudos más agudos a los graves más bajos, sin cortar la voz, sin respirar, adornándose con arreglos intermedios surgidos de su propia garganta... nos hechizó a todos. Se me eriza la piel al recordar esos grandiosos momentos. En ocasiones alejándose hasta medio metro del micro, mitad por el esfuerzo, mitad para no saturar el sonido con el poder de sus cuerdas de acero vocales. Si hubiera sido piba, fijo que hubiera llorado. Pero no, ahí estabamos seiscientas almas con el corazón encojido sin poder creernos lo que oíamos, yo abrazado a mi columna. Estos cinco minutos ya valían el precio de la entrada. Aún tengo grabada en la mente (y ya hace dos semanas del evento) la imagen del cuello de Hugues marcando venas mientras su cara tomaba un color claramente preocupante. Llevábamos a penas una hora de concierto y parecía imposible que nada pudiera superar ese momento. Alguna balada para relajar músculos y nervios, algúnos temas de su pasado más remoto en Trapeze, durante los cuales Chad rompió una baqueta hiriéndose levemente en el pómulo izquierdo (esto no interrumpió su actuación… ¡gran profesional!) y ataca con “Don`t Let Me Bleed”, tema que cierra su último disco. La canta, ¡y cómo la canta!, pero, al terminar... malo... Hugues pide agua... Hugues agacha la cabeza... bebe más agua... se acerca al micro y pide dos minutos de descanso. ¡Por supuesto, faltaba más!... pero no fueron dos, fueron diez... el resto de la banda nos deleito con impresionantes versiones de Led Zeppelin, incluida “Rock and Roll” de perfecta ejecución y que el público cantó entera. Pasados esos diez minutos, alguien de la organización dice que otros diez minutos de descanso... ¡Vaaaaaale! No pasa nada... pasan los diez minutos y de nuevo un responsable, junto al resto de la banda, nos comunica que Hugues venía encontrándose mal varios días y que el concierto ha terminado...
Escuchemos la respuesta del público... ¡HUGHES, HUGUES, HUGUES, HUGUES...! y aplaudiendo... Después de lo visto, la entrada estaba más que aprovechada. Chad Smith promete que la próxima vez que nos visiten harán un show de cinco horas... está bien, ese día asistiremos a la defunción en directo de Glenn Hugues. Posteriormente se habló de una ambulancia que se lo había llevado a un hospital, después el hospital se convirtió en su hotel... Rumores... Alguien que lleva encontrándose mal varios días no canta así. Entonces, ¿qué pasó?
Desde luego, si yo quiero hacer con mi voz lo que hace él, caigo en la primera canción. A) Quizás se entregó por encima de sus posibilidades, y la edad le pudo. Gente que le había visto en otras ocasiones reconoció haber visto el mejor concierto de Hugues, esa noche. En esta opción cabe la bajada de tensión, que parece ser lo que sufrió... B) Quizás la mala vida te acaba pasando factura (sniff)... C) Quizás vendió su alma al diablo para cantar así de forma tan sobrehumana y esa noche su jefe decidió putear a los madrileños... Bueno, yo me quedo con la opción A.
Carlos Treviño Cobo
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